martes, 28 de septiembre de 2010

Cuando dejas de creer en la formación subvencionada…

Con bastante frecuencia me gusta salir a visitar clientes para palpar la realidad comercial a pie de calle, además de valorar el trabajo que realiza mi equipo. El año pasado, más o menos por estas fechas, visitamos a una empresa de arquitectura que solía formarse con nosotros para saber si éste año quería recibir formación y de qué tipo. 
Cuál fue la sorpresa, cuando al reunirnos con el gerente de la misma nos contestó lo siguiente: “mira, a mí me da igual el curso que me ofrezcáis ya que, siendo gratuito, tenga el título correspondiente y mi regalo, porque,...me regalarás algo, ¿no? Por aquí ya han pasado 10 como tú y el último me ha ofrecido un GPS de regalo si me apunto a su curso
Cuando salí de la reunión, no me lo podía creer. Pero ¿qué monstruo hemos creado en Málaga sin darnos cuenta? ¿En qué se ha convertido la formación bonificada?
Fue así como, después de tanto tiempo trabajando en este mundo de la formación, empecé a hacerme agnóstico de la formación subvencionada (no solo la destinada a  trabajadores sino también la destinada a desempleados). Desde siempre he defendido la formación subvencionada y me he sentido muy orgulloso de vivir en un país donde tuviéramos un sistema que fomentara la formación tanto para desempleados como trabajadores. Una formación de calidad, de carácter práctico, enfocada a preparar a nuevos profesionales y/o a reciclar trabajadores con el propósito de facilitar su incorporación en el mercado laboral (para el primer caso), o hacerlos más competitivos y productivos (como en el segundo).
Pero hoy la realidad es bien distinta. Os cuento otra anécdota, hará aproximadamente un par de meses nos encontramos que en la provincia de Almería se estaban regalando un Notebook a aquellos alumnos que se apuntaran a un curso para desempleados de la Junta de Andalucía (como es lógico, quien regalaba dicho artículo era la entidad de formación y no la Junta).
¿Y quién tiene la culpa de todo esto? A mi parecer todos, aunque quizás haya 3 grandes culpables: las entidades de formación (mea culpa), las organizaciones sindicales y empresariales de éste país y, cómo no, la Administración Pública, cada una en mayor o en menor medida. Como no puedo hablar por los demás, hablaré de mi sector.
Las entidades de formación, se han centrado los últimos años en “hacer caja” y se han despreocupado por completo por la formación, el I+D y la innovación. Referente a cursos privados para trabajadores (que es lo que más conozco), el objetivo principal era el gestionar las bonificaciones de las empresas y, arañar el máximo de 420 € posibles de la bonificación. Cosa similar ocurría con los cursos para desempleados, donde se ha intentado por costumbre el imputar los mayores costes de la empresa a los cursos de la Junta y se han despreocupado por trabajar en solicitar cursos con prácticas empresariales y/o con compromisos de contratación.
Como resultado de ésta absurda forma de actuar tenemos:
  •    Por un lado, la creación por parte de muchos centros de una oferta formativa básica y de carácter genérico, cursos en general pocos actualizados, profesores mal pagados, materiales didácticos pobres, poco uso de las nuevas tecnologías, etc.
  •    Además, ha traído consigo que se produzca una situación de agobio y desesperación por parte de muchos centros que no saben que camino coger debido a tantísima competencia.
  •     Y por si todo esto fuera poco, la calidad de sus servicios se han tenido que ver afectada ya que se han tenido que adaptar a los costes que ésta formación genérica y tan competitiva trae consigo.
Pues ese es el panorama donde se han movido estos últimos años las empresas de formación. Pero como para todo hay solución, aquellas empresas que quieran cambiar podrán hacerlo, aunque les queda un largo recorrido por hacer. Para empezar, deberán cambiar su modelo de negocio y buscar la fórmula para diferenciarse. Éste es el único argumento que tendrán ante sus clientes para hacerles ver que la formación tiene un coste y su consiguiente valor y que cualquier tipo de subvención (total o parcial) es secundario al curso, taller o seminario.
Como es lógico, al principio no va a ser nada fácil conseguir resultados positivos, ya que se ha de desenredar parte del camino andado y rectificar (cosa de sabios). Y aparecerán las dudas al ver como al tomar estas medidas, caen algunos clientes por el camino. Pero no debemos tener miedo si esto ocurre ya que caminamos por la senda correcta.
Yo lo tengo muy claro…en la medida que pueda, quiero dejar de depender de la formación subvencionada y enseñar mi nueva gama de productos y servicios formativos; no quiero tener más clientes mercenarios.

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